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lunes, 16 de abril de 2007
SÓCRATES Y LOS QUE MURIERON LUCHANDO POR MALVINAS

Por Jorge H. Sarmiento García

 

Sócrates es conocido  como filósofo y reformador moral, que fundador de una escuela, aparece como jefe de una larga corte de filósofos.

 

Dice Mayer que es un hombre “cuya vida e influencia se convirtieron en símbolo del filósofo político, símbolo que no sólo influyó en sus discípulos directos y posteriores como Platón y Aristóteles, sino que ha llegado a ser el modelo absoluto y el tipo fundamental del pensamiento filosófico occidental”.

 

Pero es poco conocido el Sócrates soldado, quien luchó por Atenas, su patria amada, en Delio (batalla que, según Platón, no hubiese sido una derrota de haber peleado cada uno como Sócrates), en Potidea (donde salvó la vida de Alcibíades, mereciendo el elogio de los jefes) y en Anfípolis (peleando como el mejor ya próximo a los cincuenta años de edad).

 

Sobre él ha escrito René Graus: “Sócrates soldado del Cuarto Regimiento, marchaba hacia adelante… Incluso, por la carretera, camino de la guerra, iba con los pies descalzos… Sus camaradas no podían evitar cierta admiración. Con su musculosa mano izquierda blandía como una pluma un escudo tan alto como un hombre, hecho con diez corbachos cosidos entre sí y unidos por fuertes tachones de metal. Su mano derecha empuñaba una lanza de roble con punta de hierro de más de seis pies de altura y, por añadidura, un haz de jabalinas. De su cintura colgaba una tremenda espada de dos filos, puntiaguda, apta para dar tajos y tirar estocadas. La correa que cruzaba su macizo pecho sujetaba a su espalda el arco y el carcaj lleno de flechas. Y aquel pecho macizo respiraba, a pesar de todo, con manifiesta holgura… Todos los demás soldados habían dejado las armas a los esclavos o en los carros del tren que seguían a las tropas. Sócrates no… ´Un hombre tiene que endurecerse a sí mismo`, decía. Hay que domar el cuerpo. Por eso, marchaba descalzo por los campos y por los arcillosos caminos transformados en fangales por los chaparrones... Por eso cargaba sus anchas espaldas en lugar de depositar sus armas en uno de los carros de bueyes… Sócrates era un soldado de la virtud, un guerrero sacerdote. Sabía que su espada y su escudo estaban al servicio de la buena causa y, por eso, su espada tajaba con más fiereza que la de los camaradas y su escudo protegía el derecho que nos es innato”.

 

Es por ello que, imitando a este hombre valiente y genial, quien decía que deben intervenir en la Política todos aquellos que tengan sentido de la moral, recordando conmovidos a quienes murieron luchando por Malvinas, decimos:

 

“Que todos los ciudadanos, henchida su alma de tan grandiosos hechos, exhorten a los descendientes de estos valientes, como pudieran hacerlo en un día de batalla, para no desmerecer de sus mayores, ni retroceder, ni echar el pié atrás cobarde y vergonzosamente. Hijos de estos hombres bravíos, yo os exhorto en este día, y donde quiera que me encontrare os exhortaré y os excitaré, a fin de que despleguéis todos vuestros esfuerzos para que lleguéis a toda la altura que podéis llegar”.

 
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